En su más reciente predicación, el pastos Luis abordó la importancia de la santidad y cómo podemos vivir una vida que refleje verdaderamente la luz y el amor de Dios. Comenzamos reconociendo que Dios nos ha escogido desde antes de la creación del mundo para ser santos y sin defecto ante sus ojos, como nos dice Efesios 1:4. Esto establece un fundamento de predestinación y propósito divino en nuestras vidas, enfatizando que la santidad no es una opción sino una llamada a vivir de acuerdo con lo que ya hemos sido designados a ser.
Exploramos cómo la santidad se manifiesta en la obediencia y en una vida apartada de las tinieblas del mundo. La obediencia a Dios no solo nos purifica, sino que también nos une más íntimamente con Él, permitiéndonos experimentar un gozo que sobrepasa el entendimiento humano. Este gozo es el resultado de una relación profunda y constante con Dios, donde su presencia se convierte en la fuente inagotable de nuestra vida.
Durante el sermón, también enfaticé la importancia de la comunidad y cómo nuestra caminata con Cristo no es solitaria sino corporativa. A través de la comunión con otros creyentes, somos edificados y purificados, compartiendo las cargas y las victorias en el espíritu de amor y unidad que Cristo mismo modeló.
Un punto crucial de nuestra discusión fue el poder del Espíritu Santo en nosotros para hacer milagros y vivir una vida sobrenatural. Hablamos de cómo, a través del Espíritu, somos capacitados para hacer cosas que naturalmente no podríamos, como sanar enfermos y liberar a los oprimidos. Este es un aspecto fundamental de nuestra identidad como iglesia de avanzada, no solo aprendiendo la palabra sino también caminando en el poder sobrenatural que ella ofrece.
Pastor Luis Londono
Para no olvidar...
1. Desde antes de la creación del mundo, fuimos escogidos para ser santos y sin defecto ante Dios (Efesios 1:4). Esta verdad no solo define nuestro propósito sino que también nos impulsa a vivir de manera que reflejemos la santidad de Dios en nuestras acciones diarias. La santidad comienza con la obediencia y se manifiesta en una vida apartada para Dios.
2. La fe cristiana no se vive en aislamiento sino en comunidad. A través de la comunión con otros creyentes, somos fortalecidos y purificados. Este aspecto de nuestra fe es vital para nuestro crecimiento espiritual y para llevar a cabo la misión de la iglesia en la tierra.
3. El Espíritu Santo nos empodera para realizar obras que van más allá de nuestras capacidades humanas. Este poder incluye sanar enfermos, liberar a los oprimidos y realizar milagros, lo cual debe ser una manifestación regular en la vida de la iglesia.
4.No basta con escuchar la palabra; debemos responder activamente a ella. Esto incluye buscar a Dios en oración y permitir que nuestros dones espirituales sean activados y utilizados para su gloria. La iglesia debe ser un lugar donde no solo se enseña sino que también se practica activamente la fe.
5. La transformación personal es el resultado de una relación íntima y continua con Dios. A medida que nos acercamos más a Él, nuestras vidas reflejan más claramente su amor, su poder y su santidad. Esta transformación es esencial para vivir una vida plena y efectiva en el reino de Dios.