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Pastor Diego Peláez

En mi sermón de este domingo 24 de marzo, reflexioné sobre la naturaleza de las tormentas en nuestras vidas y cómo podemos entenderlas y enfrentarlas con fe. Hablé sobre cómo Dios no nos habla de tormentas sin solución y cómo debemos cansarnos de vivir en la tormenta y volvernos a Dios de todo corazón. Compartí sueños recurrentes que he tenido sobre choques y cómo estos pueden ser advertencias para tener cuidado en cómo conducimos nuestras vidas, ya que somos los conductores de nuestro destino.

Hablé sobre las diferencias entre las tormentas que enfrentamos: algunas son el resultado de nuestras propias acciones y pecados, mientras que otras son pruebas de nuestra fe permitidas por Dios. También mencioné que hay tormentas provocadas por el enemigo, que busca destruirnos, pero que incluso estas pueden convertirse en testimonios de la fidelidad y el poder de Dios.

Enfaticé la importancia de la unidad en la iglesia y cómo Dios nos ha traído a esta congregación por una razón santa. Hablé a los jóvenes, instándolos a alinearse con Dios si quieren ser usados poderosamente por Él. También abordé la idea de que Dios puede usar a cualquiera, independientemente de su formación o educación, y cómo nuestra iglesia ha sido bendecida con mensajes poderosos a pesar de no seguir un formato convencional.

Finalmente, animé a la congregación a reconocer la fuente de sus tormentas y a buscar a Dios para la solución, recordándoles que Él tiene control sobre todas las cosas y que las tormentas en nuestras vidas tienen un propósito divino.

Para recordar durante la semana...

– Las tormentas en nuestras vidas pueden ser una oportunidad para que Dios revele su poder y propósito. Cuando enfrentamos dificultades, debemos buscar a Dios y confiar en que Él nos llevará a través de ellas, transformando nuestros problemas en testimonios de su gracia. 

– Es esencial reconocer la fuente de nuestras tormentas. Si son el resultado de nuestras propias acciones, el arrepentimiento y el cambio de comportamiento son necesarios. Si son pruebas de nuestra fe, debemos aferrarnos a las promesas de Dios y confiar en su soberanía. 

– Dios no nos da más información de la que necesitamos para enfrentar las tormentas de la vida. Al igual que con los discípulos en la barca durante la tormenta, Dios nos pide que confiemos en su palabra y promesas, en lugar de preocuparnos por los detalles que no entendemos. 

– La unidad y la diversidad en la iglesia son parte del plan de Dios. Nuestras diferencias culturales y experiencias de vida son valiosas y pueden ser utilizadas por Dios para cumplir su propósito en nuestra comunidad y más allá. 


– Los jóvenes tienen un papel crucial en el reino de Dios, pero deben buscarlo sinceramente y alinearse con su voluntad. No se trata de la edad, sino de la disposición del corazón y la obediencia a Dios.